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viernes, 8 de enero de 2016

¿Pueden las palabras curar? Parte I

Sé que este es un tema delicado de tratar, pues cuando se habla de la salud siempre hay que andar con pies de plomo. Voy a ser lo más riguroso posible en este artículo, pues es algo que me tomo muy en serio y os explicaré el porqué. Quienes me conocéis ya sabréis que perdí a mi madre hace ya la friolera de 15 años tras un cuarto cáncer, así que comprenderéis que no hago bromas al respecto y si en algo soy intransigente es aquí. No hay nada que me cause más repulsión y asco que aquellas personas que fingen, manipulan o juegan con las enfermedades para sacar un rédito monetario, emocional o de cualquier índole. Es evidente que los 14 años de la enfermedad intermitente de mi madre es la experiencia más traumática de mi vida... y la más transformadora a la vez, pues fue la semilla de lo que soy ahora y de este blog, ya que fue en ese instante cuando empecé a buscar el sentido y la naturaleza de esta vida que nos ha tocado vivir.
 
Podré estar equivocado o no, pero ante todo quería dejar muy claro que lo que expongo a continuación me lo tomo muy en serio. Vayamos a ello entonces. ¿La palabra puede curar? Todas las religiones afirman que sí, que a través de la oración y el rezo fervoroso se obran curaciones milagrosas, otros afirman que estatuas, reliquias juegan el mismo papel, otros que con la imposición de manos u otros sortilegios son capaces de sanar. ¿Qué hay de cierto en todo ello? Yo no creo que la oración o rezar a una imagen sea capaz de invocar a unos seres intangibles que se apiaden de nosotros y nos curen desde el más allá. Tampoco creo en esos charlatanes ambulantes que aseguran tener capacidades mentales o pócimas milagrosas y que se aprovechan de la desesperación ajena para exprimirles hasta el último céntimo... A estos los metería entre rejas de por vida. Entonces, ¿no existe nada, son todo mentiras y engaños? No es tan sencillo...
 
Es más que evidente y lo saben muy bien los médicos, que tener "fe" en que uno va sanar, y no me refiero a una religión en concreto, ni a espíritus, Santos o Dioses de cualquier índole sino a la obstinación (sea cual sea el origen de la misma) de una persona en curarse y no morir es absolutamente clave para que una persona que está en el "filo de la navaja" viva o muera. Yo he visto para mi desgracia las dos vertientes. Por tanto, eso tan etéreo que denominamos "voluntad" debe de ser relevante para la sanación por algún motivo. A lo largo de dos artículos trataré de ahondar un poco en este delicado tema de forma rigurosa.

Hay estudios que demuestran que muchas dolencias estomacales causadas por stress y que los fármacos no son capaces de curar, se solucionan casi mágicamente a través de la meditación o la risa. Sin duda el estado de ánimo influye mucho en nuestra salud y en la aparición o desaparición de ciertas enfermedades. Sí, y aunque no lo creáis aquí no hay nada mágico, pues la sonrisa (real o incluso fingida) obliga a nuestro cerebro a modificar lo que se denomina el circuito de la angustia y nuestro metabolismo. ¿No es maravilloso e increíble que la sonrisa y las acciones que nos hacen sentir bien con nosotros mismos sean fuente de salud? No es nada nuevo, desde hace décadas hay estudios, como ya comenté en otros artículos anteriores, que constatan que la felicidad o la ausencia de la misma, independientemente de factores sociales y/o socioeconómicos del individuo o incluso alimentarios, es la causante de que ciertos defectos genéticos, y las enfermedades que se derivan de ellos, se desarrollen o desaparezcan. Muchos pensaréis que es charlatanería, quizás es lo que os quieren hacer creer, pues casi nadie conocerá que el estudio de la modificación del ADN por estados emocionales es una ciencia real, reconocida y aceptada por la ortodoxia que se llama: epigenética, que demuestra que nuestro estado emocional puede producir hormonas capaces de penetrar en la membrana celular y hacer que ciertos genomas se manifiesten o no lo hagan, genes que nos interesan que despierten y genes, como los oncogenes (cancerígenos), que es mejor que no lo hagan.
 
Pero añadamos más datos. En Boston se realizó un experimento médico muy interesante que deberíais conocer: A un grupo de voluntarios se les sometió durante varios minutos a un"bombardeo" de palabras negativas: oscuridad, muerte, problema... de forma inmediata se les sometió a un análisis de sangre y saliva para un radioinmunoensayo hormonal en el que se demostró una elevación cuantitativa y significativa de una sustancia llamada cortisol, la hormona asociada al miedo. La prueba contraria, mostrar palabras positivas producía el efecto contrario, el cortisol disminuía de forma clara. Es decir, las palabras (y las emociones asociadas a las mismas) cambian nuestro metabolismo y esos cambios, prolongados en el tiempo pueden hacernos enfermar de forma grave o que sanemos.  Como veis el enunciado no es ninguna tontería, ni tampoco magia.
 

Molécula de Cortisol
Pero, ¿hasta dónde es cierto esto? ¿Son casos puntuales, es generalizado? Me preguntaréis. Bien, la Universidad de Harvard ha demostrado que entre el 60 y el 90% de  las consultas de medicina general en el mundo occidental son debidas a lo que se llaman emociones tóxicas: resentimiento, odio, frustración... ¿Cómo es posible? Querréis saber. Bien, de nuevo el cortisol es la respuesta, pues esta hormona es capaz de adherirse a la membrana de los linfocitos y de los glóbulos blancos (que son los que nos defienden de los catarros, de la gripes o incluso de las células los tumorales) haciendo que dejen de funcionar. A mayor concentración y duración en el tiempo de cortisol en sangre el riesgo de enfermar es mayor ¿Empezáis a comprender?
 
Pero esto no termina aquí, el denominado distress (o stress malo), el que nos bloquea y angustia a diferencia del stress "bueno" (el que nos mantiene concentrados y alerta) está completamente demostrado que es provocado por las frases negativas del día a día: "no lo lograrás, eso es imposible, no vales para eso..." el permanente y continuo no, no, no... Pues bien, experimentos sobre personas sometidas a este tipo de expresiones han demostrado, usando scaneres cerebrales de resonancia funcional magnética, que por ejemplo, el riego sanguíneo cerebral se alteraba o que ciertas regiones cerebrales se apagaban...

Creo que a estas alturas podemos asegurar con total certeza científica que nuestra mente y la gestión que hace de nuestras emociones, es capaz de evitar que enfermemos ya que puede aumentar o disminuir nuestro sistema defensivo y hacernos más o menos vulnerables a nuestro entorno. También es evidente que ciertas dolencias asociadas a las emociones tóxicas, al stress o a la negatividad que nos rodea en nuestro día a día, pueden ser curadas con simple meditación o relajación o lo que es lo mismo: gestionando correctamente nuestras emociones. Sí, es más que posible curarse de ciertas enfermedades con el uso de la mente. ¿Pero se puede ir más allá? ¿Curar enfermedades graves? Eso, lo veremos en el siguiente artículo ;).
 
 
 

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