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viernes, 29 de enero de 2016

Un nuevo planeta y... ¿Sumer?

La semana pasada surgió la noticia de que está casi confirmado que más allá de Plutón existe un planeta perteneciente a nuestro Sistema Solar, sería el décimo (Sí, ¡para mí Plutón siempre será un planeta!).  Quizás no lo sepáis pero los científicos llevan ya unos cuantos años tratando de demostrar su existencia aunque hasta ahora no habían tenido éxito. Las extrañas perturbaciones en las órbitas de los planetas exteriores y la desconcertante agrupación de órbitas del cinturón de Kuiper tenían como mejor explicación la presencia de este enigmático y escurridizo vecino: Un planeta de unas 10 veces el tamaño de La Tierra del que se desconocería todo.
 
Hay que ser honestos y decir que pueden existir otras alternativas posibles, como que otra estrella afecte a esa zona del Sistema Solar o que existan perturbaciones hasta ahora desconocidas. Ambas desde mi punto de vista, bastante menos factibles que la explicación del 10º planeta. Trataré de explicarlo con un ejemplo reduciendo las distancias estelares a magnitudes terrestres: Afirmar que una estrella situada en Nueva York afecta a la Torre Eiffel pero no al Louvre no es muy lógico, la 2ª opción se descarta por si misma: primero habría que descubrir esa nueva anomalía para usarla como explicación... Además, los datos aportados por el equipo de Caltech formado por los astrónomos: Konstantin Batygin y Mike Brown parecen muy sólidos pues se basan en muchos años de observación de esa posible  órbita del décimo planeta. De hecho, en un principio ambos eran escépticos de su existencia, pero la acumulación de datos y pruebas año tras año, les ha convencido de que el nuevo vecino planetario  es muy real.
 
La NASA ha puesto en duda el descubrimiento pues afirman que deberían haber visto y fotografiado a dicho planeta. Eso es cierto en parte. Hemos de tener en cuenta que ese misterioso planeta tendría una rotación alrededor del Sol de entre 10.000 y 20.000 años y estaría unas 20 veces más lejos de  nuestro astro rey de lo que está Neptuno. Para encontrarlo deberíamos dirigir hacia esa región uno de nuestros grandes telescopios en su búsqueda. Es más, como afirman los astrónomos de Caltech, quizás esté fotografiado y lo hayamos catalogado o ni tan siquiera nos hayamos fijado en él.

¿Y qué tiene que ver esto con Sumer? ¿Dónde está lo extraño? Os preguntaréis. Bien, en las tradiciones y en la religión sumeria recogidas en las numerosas tablillas de arcilla que han sobrevivido al paso de los tiempos (leyendas que más tarde recogerían Babilonia y Asiria), ya se hablaba de un Sistema Solar formado por 10 planetas... Curioso ¿no? Para los sumerios sus Dioses eran seres reales que habían bajado del cielo y creado al hombre. Los llamaban Annunaki (los bajados del cielo) y según sus creencias estos seres provendrían de un décimo planeta del Sistema Solar al que llamaban Nibiru y que actuaría como lugar de tránsito. Esta raza divina sería reptiloide y habría creado al hombre como una especie esclava para que les ayudase a extraer oro, metal precioso que necesitarían para espolvorearlo en su atmosfera y poder así calentar su planeta, pues sería un mundo helado al encontrarse mucho más lejos del Sol de lo que estaría Plutón.

Como inciso decir que esa leyenda de la creación del hombre es cuanto menos curiosa y merece la pena que la conozcáis. Según los antiguos Sumerios Enki, hijo del rey Annunaki: Anu, fue quien propuso crear al hombre, para lo que mezclando en un recipiente de arcilla un óvulo de homo erectus y ADN de su especie e insertándolo en la matriz de su hermana Ninki, dieron origen a un niño con capacidad de hablar llamado Adamus. Los Annunaki crearon más niños y finalmente decidieron crear una hembra para expandir la raza humana, la llamaron Tiamat. Pero erraron pues la mujer no procreaba. Pero Ningishzidda hijo de Enki, sacó la esencia de la vida de las costillas de sus padres y se la insertó tanto a Adamus como a Tiamat, logrando hacerlos por fin fértiles.... ¿Os recuerda a alguna historia de la creación? Es fascinante comprobar cómo se van transformando los mitos y las leyendas y se van transmitiendo de una cultura a otra.

Es curioso como los sumerios ya daban respuesta en milenios tan remotos a uno de los grandes misterios de la humanidad, la aparición de la inteligencia: Simple y llanamente por el uso de ingeniería genética. Independientemente de que creamos o no en esta leyenda, ¿No resulta fascinante que los sumerios explicaran la creación  de ese modo? Pues sin duda es de lo que están hablando aunque con palabras de alguien que desconoce los principios científicos que subyacen a la recombinación de ADN. Y si se demuestra sin género de duda la existencia de dicho décimo planeta... ¿No haría acaso eso preguntarnos como conocían los sumerios la existencia de dicho objeto celeste si ni tan siquiera hasta hoy en día con nuestra moderna tecnología podíamos imaginar que estuviese ahí?

Dejando a un lado la existencia o no de esa raza alienígena que nos visitó y creó, siempre según las leyendas del creciente fértil en el 3.500 a.c. hemos de concederles que es sorprendente que al parecer acertaran. Se puede pensar que es simple azar, una casualidad que los sumerios y posteriormente babilonios, quienes recogerían dichas tradiciones, pusieran a sus Dioses creadores en un planeta que hasta ahora parecía no existir. ¿Acertaron como vulgarmente se dice: por pura chiripa? Muchos no sabréis que hay miles y miles de tablillas babilónicas aún por traducir, muchas de ellas en los sótanos del Museo británico. Hace poco se han descifrado cinco de ellas que demuestran todas juntas, que los conocimientos y habilidades matemáticas para calcular el posicionamiento astronómico de los planetas que tenían en Babilonia eran muy avanzados.

Mathieu Ossendrijver de la Universidad de Humboldt (Berlín) ha estudiado esas tablillas junto a otras 100 relacionadas con la astronomía, los textos y fórmulas grabados en el barro no dejan lugar a dudas: los antiguos babilonios habían calculado con exactitud el movimiento celeste de Júpiter y poseían conocimientos matemáticos abstractos que relacionaban el tiempo, la posición y el movimiento, que sabían calcular el área bajo una curva... ¿Y que nos quieres decir? Os preguntaréis, la respuesta es sencilla, ese tipo de cálculo supuestamente no apareció hasta el siglo XIV, lo que me hace replantearme que hace 5.000 años situaron a los Dioses en un décimo planeta no por casualidad, sino porque sabían de su existencia en una época que por supuesto está muy lejana del primer telescopio de Galileo. ¿Cómo fueron capaces de saber de su existencia en tiempos tan remotos? Quizás muchos sigáis empeñados en la casualidad, pero el caso del planeta invisible que ellos llamaron Nibiru no es un caso aislado de astronomía imposible en la antigüedad. ¡Pero eso será la semana que viene!

 

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