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martes, 20 de diciembre de 2016

El efecto Trump, ¿de vuelta a los años 30?

Algo está cambiando y la victoria de un personaje como Donald Trump es su mayor exponente, aunque no és ni el primero ni será el último. El rumbo que está tomando la política internacional es en verdad muy preocupante, más si se tiene en cuenta que la historia suele ser cíclica y repetirse cada poco tiempo. Si tan sólo echamos un vistazo unas décadas hacia atrás, nos sorprenderemos como se están empezando a asemejar peligrosamente estos días que nos están tocando vivir, con aquellos primeros años 30 del siglo pasado o incluso podemos observar flashes de aquella tumultuosa época que fueron los últimos años del siglo XIX. En este artículo quiero analizar a grandes rasgos que es lo que está sucediendo, ya iré profundizando poco a poco en todos los aspectos.
Las ideologías y discursos que proclaman la ruptura con todo lo establecido están ganando terreno a pasos agigantados y firmes. Desde Syriza o Podemos hasta llegar a Trump, Le Pen, Amanecer Dorado o los numerosos partidos de extrema derecha que surgen con fuerza en toda Europa central. También están emergiendo partidos difíciles de catalogar como el de Beppe Grillo en Italia y otros anteriormente minoritarios y que están creciendo vigorosamente como los denominados Verdes, que incluso han ganado las elecciones en Austria o Pacma en España que está consiguiendo doblar votos con cada elección. Antes de proseguir y para que nadie pueda sacar conclusiones erróneas, quiero aclarar que no estoy comparando ideologías políticas, ni tampoco diciendo que sean análogas. Solo quiero hacer patente que muchos ciudadanos se están decantando por diferentes motivos y en sentidos diversos (en muchos casos opuestos), por opciones cuyo principal mensaje es cambiar el sistema o dar un puñetazo encima de la mesa, sea real o simplemente una pose para conseguir el poder. Es el denominado voto del cabreo. Tampoco estoy haciendo juicios de valor, ni para estos partidos ni para los llamados tradicionales. No es lo que pretendo en el artículo, pues en verdad cada vez creo menos en la existencia de los unicornios blancos... antiguos o nuevos. Pero no quiero desviarme del objeto de este artículo, que desde luego no es juzgar la validez de las ideologías, si no hacer una comparativa de dos épocas: una pasada y la actual, en las que parecen repetirse los patrones de la historia.
Si de nuevo vamos a los libros y leemos lo que sucedió durante los dos últimos siglos, comprobaremos que los graves problemas que vivieron nuestros abuelos y bisabuelos a finales del XIX y principios del XX de nuevo se están repitiendo... y es algo que debería preocuparnos a todos. ¿Cuál fue el origen? De nuevo una profunda crisis económica y social provocada por la aparición de la Revolución Industrial. En aquellos años las calculadoras sustituyeron a miles de contables, los telares a miles de operarios, la máquina de vapor y los trenes a otros tantos conductores de caballos. Toda aquella ingente cantidad de ciudadanos parados, sin futuro y frustrados eran una enorme olla a presión. Las élites encauzaron ese descontento y por qué no, odio creciente, hacia un nacionalismo exacerbado. Hoy en día lo volvemos a ver con Trump, el Brexit o el resurgimiento del orgullo nacional tanto a nivel local como estatal en todos los países, occidentales y no. Os he de confesar que oír hablar de himnos, banderas o patrias, sean estas cuales sean, me pone los pelos de punta. Con este nacionalismo llegaron en el siglo XIX las guerras coloniales por el control de los recursos, primero en la África subsahariana (el equivalente hoy serían las guerras de Angola, Ruanda, Congo, Sudán que se producen desde los años 80 o incluso antes...). Luego llegó la desestabilización y la lucha por el control del mundo árabe... creo que no es necesario mencionar Irak, Siria, las guerras civiles de la mal denominada primavera árabe, ¿verdad?

A principios del siglo XX toda esa presión social canalizada hacia un nacionalismo exarcebado, estalló en 1914 en la que se conoció como la Gran Guerra. Es cierto que nosotros afortunadamente no hemos tenido nuestra I Guerra Mundial, pero sí que hemos sufrido en nuestras carnes el terrorismo, los 11S, 11M, París, Londres... no podemos obviar, aunque no sea comparable al horror de la Gran Guerra, que desde muchos ámbitos se nos ha insistido en que estamos inmersos en una nueva conflagración. También los Estados Unidos de principios del siglo XX se volvió intervencionista y comenzó a estar presente en todos los conflictos a lo largo del todo mundo, curiosamente como lo ha estado haciendo estas últimas décadas. Pero prosigamos. Tras quedar devastada Europa, llegaron los felices años 20, un pequeña década, dónde a pesar de que la crisis social y los caballos del apocalipsis aún cabalgaban sobre la tierra, pareció surgir una prosperidad inagotable que finalizó abruptamente con el más famoso de los cracs, el del 29. Creo que es evidente el paralelismo con lo ocurrido con la primera década del siglo XXI y la crisis financiera que nos azotó en 2008. Al igual que entonces, gran parte de la población perdió la fe en unos políticos incompetentes, incapaces de dar una solución a los problemas de la población, las ideas más radicales cogieron fuerza ante la destrucción de una clase media muy castigada y sin futuro. Nazis, fascistas, anarquistas, falangistas, comunistas surgieron por doquier proclamándose abanderados de la solución de todos los males. Y sí, de nuevo las penurias que se pasaron, por ejemplo, en la Alemania de los años 30 nada tienen que ver con las que puedan estar pasando ahora Grecia o la propia España por muy duras que sean, pero de nuevo el patrón se repite.

Y es lógico, pues ante la desesperación y la falta de soluciones, la población opta por salidas drásticas, bien por la creencia falsa de que los sacarán de su situación, bien por volar por los aires de forma consciente un sistema que les ha fallado. Pero la culpa de todo lo que sucedió no es de los ciudadanos que se radicalizaron, si no de unas elites miopes y soberbias que miraban lo que sucedía desde sus torres de marfil pensando que aquello no iba con ellos. De nuevo, como justo antes de la Revolución Francesa, repitiendo el error de María Antonieta quién contestó, cuando le hicieron notar que el pueblo no tenía pan para comer: "¡Pues si no tienen pan, que coman pasteles!". Al mismo tiempo, al otro lado del "charco", en una Norteamérica en crisis, los estadounidenses se replegaron sobre sí mismos, se perdió el interés por la política europea y el proteccionismo más feroz se aupó al poder. Curiosamente se acercaron posturas hacia la Rusia, por aquel entonces, estalinista y se empezó a mirar hacia el pacífico, presionando y acorralando cada vez más a Japón. ¿Os suena de algo la postura de Trump cambiando al país nipón por China? Parece que de nuevo estemos en este punto de la historia: la antesala del gran estallido. Trataré de explicaros el porqué.
Mientras en la Europa de principios del siglo XX el empleo seguía siendo precario, escaso y la Revolución Industrial seguía con paso firme. Nuestra situación actual es idéntica. Seguimos estando económicamente en coma y la IV Revolución Industrial sigue su imparable avance, hoy ya son una realidad: Taxis sin conductor operando en Shangai, casas de adobe y puentes construidos por una impresora 3D-robot, camiones autónomos en China, grandes cadenas de comida rápida americanas que tienen restaurantes ya en prueba, donde los dependientes son máquinas. Panasonic que en un supermercado de Japón está ya probando cajeros que son robots que cobran por tarjeta y en efectivo y empaquetan la compra, al igual que en Amazon. Empresas de telemarketing que ya tienen en pruebas Inteligencias Artificiales atendiendo por teléfono a los clientes... Todo esto ya es una realidad a día de hoy, en pocos años el desempleo volverá a dispararse y por supuesto los ciudadanos se radicalizarán pues perderán su posición social. Ya sabéis que ocurrió a finales de los años 30 y principios de los años 40 ¿Volverán las elites que gobiernan el mundo que vuelva a ocurrir lo mismo? ¿Optarán por otra solución respecto al "excedente humano"?