Estas semanas pasadas han surgido unas cuantas noticias que han pasado desapercibidas para la mayor parte de la opinión pública y que todos deberíamos conocer. Por ello me veo, una vez más, obligado a tratar de difundirlas.
De nuevo el Sol está en el centro de las preocupaciones de los científicos, pero esta vez el grado de alarma se ha disparado al conocerse recientes estudios sobre los ciclos vitales de nuestro Astro Rey. Se sabía que nuestra estrella alterna periodos de gran actividad que dan origen a eras cálidas y otros en las que disminuye su potencia, dando lugar a las glaciaciones.
Estos ciclos abarcan decenas de miles de años, como la última glaciación que terminó en el 10.000 a.c. o nuestra actual edad cálida que dura desde entonces. Pero de las fluctuaciones y variaciones solares dentro de cada uno de estos periodos nada se sabía... hasta ahora. En la edad media se sabe que hubo una pequeña glaciación que duró una decena de años, en aquellos años el mar del norte literalmente se congelaba, haciendo casi imposible la navegación. Ahora parece que estamos en uno de esos mini-ciclos donde ocurre todo lo contrario: la actividad del Sol y por tanto la temperatura, aumenta.
No debería sorprender a nadie, pues es más que evidente: Todos hemos sufrido este asfixiante verano. Desde 2003 se están batiendo los registros de temperaturas, siendo este el verano más caluroso desde que se tiene constancia y a buen seguro que en los próximos años lo volveremos a batir. Muchos igual sois demasiado jóvenes para recordar cuando el otoño era otoño y a mediados de octubre ya empezaba a hacer frío... tiempos donde era impensable pasear en manga corta en pleno diciembre como he hecho en años pasados. El imparable calentamiento global, al cual estamos contribuyendo los seres humanos de forma insensata emitiendo C02, es otra de las evidencias de que algo está sucediendo en el interior del astro rey.
Tampoco me cabe duda de que el aumento de intensidad y número de terremotos o el incremento de volcanes que entran en erupción es otra señal de que el Sol está cambiando, pues el aumento de la energía de los rayos solares (cuando era joven no te "quemabas" tan fácilmente en la playa) sin duda debe afectar a la actividad magmática.
Se sabe desde hace tiempo que junto al aumento de las temperaturas, se produce otro fenómeno del cual poco se sabía: Las tormentas solares y las EMP (impulso electromagnético) asociadas a ellas. Hasta ahora se desconocía si eran hechos aislados, sujetos al azar o periódicos. Desde mediados el siglo XX disponemos de aparatos de medición y nada alarmante parecía haber en ellas, solo un hecho arrojaba una oscura sombra: el Evento Carrington de 1859. En él,
como ya comenté en artículos anteriores, una EMP que hoy se supone que alcanzó la magnitud X45 (equivalente a un terremoto nivel 9) destruyó por completo la red del telégrafo y la poca infraestructura eléctrica que disponíamos en el siglo XIX.
Hoy se sabe con seguridad por el análisis de la concentración de Carbono 14 en los anillos de los cedros milenarios, que estos fenómenos son recurrentes y periódicos. Una de las mayores sorpresas que se llevaron los científicos fue descubrir que en el pasado existieron al menos dos tormentas solares mucho mayores que el Evento Carrington y que se han denominado: "Evento Carlomagno", por la fecha de la primera de la que se tiene registro: 775 d.c., (la segunda fue en el 995 d.c.). Se estima que su magnitud varió entre 10 y 1.000 veces al Evento Carrington. Pero no hay nada seguro, sabemos que se volverán a dar pero se desconoce cuándo (se sospecha que su periodicidad es cada 800 años), por lo que aventurar si se va a producir o no en las siguientes décadas es mera especulación y no entraré en ella.
Tampoco me cabe duda de que el aumento de intensidad y número de terremotos o el incremento de volcanes que entran en erupción es otra señal de que el Sol está cambiando, pues el aumento de la energía de los rayos solares (cuando era joven no te "quemabas" tan fácilmente en la playa) sin duda debe afectar a la actividad magmática.
Se sabe desde hace tiempo que junto al aumento de las temperaturas, se produce otro fenómeno del cual poco se sabía: Las tormentas solares y las EMP (impulso electromagnético) asociadas a ellas. Hasta ahora se desconocía si eran hechos aislados, sujetos al azar o periódicos. Desde mediados el siglo XX disponemos de aparatos de medición y nada alarmante parecía haber en ellas, solo un hecho arrojaba una oscura sombra: el Evento Carrington de 1859. En él,
Richard Christopher Carrington. Imagen archivos Universidad de Montreal |
Hoy se sabe con seguridad por el análisis de la concentración de Carbono 14 en los anillos de los cedros milenarios, que estos fenómenos son recurrentes y periódicos. Una de las mayores sorpresas que se llevaron los científicos fue descubrir que en el pasado existieron al menos dos tormentas solares mucho mayores que el Evento Carrington y que se han denominado: "Evento Carlomagno", por la fecha de la primera de la que se tiene registro: 775 d.c., (la segunda fue en el 995 d.c.). Se estima que su magnitud varió entre 10 y 1.000 veces al Evento Carrington. Pero no hay nada seguro, sabemos que se volverán a dar pero se desconoce cuándo (se sospecha que su periodicidad es cada 800 años), por lo que aventurar si se va a producir o no en las siguientes décadas es mera especulación y no entraré en ella.
Los que sí nos deberían importar son las que denominaré: "EMP-Carrington", de las que se ha contrastado hace poco, y no es ninguna teoría sino un hecho, que se producen cada 150-200 años. La última fue en 1859, hace 156 años... Como comenté en artículos anteriores, el riesgo intrínseco de una EMP está en el grado de dependencia tecnológica que tenemos hoy en día. El caos que puede sufrir nuestra sociedad si pasamos de la noche a la mañana del siglo XX a las cavernas puede ser escalofriante. Solo cabe imaginar que todo nuestro cableado eléctrico, nuestros aparatos: neveras, congeladores, red de transportes, la red de distribución alimentaria, las transacciones bancarias... desaparezcan de repente y no las recuperemos durante meses o incluso años... vivir sin electricidad y sin agua corriente (pues ésta se suministra por bombas eléctricas). ¿Cómo reaccionaría la humanidad civilizada?
No es la imaginación calenturienta de un escritor plasmada en un libro, no es un quizás, es una realidad que se sabe a ciencia cierta se producirá en los próximos 50-70 años. No es ninguna broma y algunas autoridades conscientes de la gravedad, han empezado a tomar medidas al respecto. Hace unas semanas una noticia pasó desapercibida: "El sur de los EEUU se prepara para una EMP". Los estados de Texas y Virginia van a empezar a realizar planes de protección de las infraestructuras eléctricas claves, a hacer acopio de grandes transformadores y componentes eléctricos para prepararse ante un eventual colapso de la red y poder repararla en el menor tiempo posible. Carolina del Norte, Arizona y el norteño Maine ya han iniciado estas medidas preventivas. Muchos pensaron al leerlo: Estos americanos... pero no es ninguna "americanada", es pura sensatez y demostración de que el riesgo es muy real. ¿No lo es prevenir y planificar las consecuencias de un posible terremoto?
A fecha de hoy, según el National Risk Register of Civil Emergencies o la Predictive Science estiman la probabilidad de un evento Carrington entre el 5 y el 12%, aumentando cada año que pasa. Ese nivel de riesgo (1 posibilidad entre 10 a día de hoy) ya se considera serio y real. ¿De verdad creéis que están siendo exagerados? Quizás la EMP no se produzca en los próximos 5 años, o en los siguientes 10... o quizás sí, pero seguro que lo hará dentro de los próximos 50. ¿Vale la pena apurar los tiempos? ¿Apostar a la ruleta que con un 15% no se dará? ¿Hasta dónde aguantamos, hasta llegar al 30, al 50 al 80%? ¿No es sensato estar preparados desde el principio para minimizar los daños cuando estos se produzcan?
Nadie tomó en consideración como escenario posible un maremoto en Fukushima, no había medidas de seguridad adecuadas para afrontarlo pues era una catástrofe posible pero improbable e impredecible en el tiempo. Pero sucedió. Hoy sufrimos todos, en especial los japoneses, las consecuencias de dejar la seguridad de algo tan peligroso como una central nuclear al azar. ¿No es de locos no prepararse para una EMP que sí sabemos que ocurrirá y en qué periodo?
Nadie tomó en consideración como escenario posible un maremoto en Fukushima, no había medidas de seguridad adecuadas para afrontarlo pues era una catástrofe posible pero improbable e impredecible en el tiempo. Pero sucedió. Hoy sufrimos todos, en especial los japoneses, las consecuencias de dejar la seguridad de algo tan peligroso como una central nuclear al azar. ¿No es de locos no prepararse para una EMP que sí sabemos que ocurrirá y en qué periodo?
Y en vez de ocultar la información a la población para no alarmar, ¿no sería mejor informar, sin el amarillismo típico de los medios de comunicación, de las consecuencias y de cómo se debe actuar si se produce una EMP? Mi respuesta es un rotundo sí, de ahí mi artículo. Si sabemos lo que puede ocurrir, somos conscientes y tenemos pautas de qué hacer ante semejante situación, la respuesta de la población en vez de caos y pánico será cordura y organización, pudiendo entre todos volver a la normalidad en mucho menor tiempo. En el artículo: "El Dios imprevisible", tenéis las recomendaciones básicas de actuación.
Pero todo no queda aquí, el verdadero riesgo de una EMP-Carrington son nuestras centrales nucleares, unas 500 distribuidas por todo el mundo que podrían hacer en palabras de Kazunari Shibata, astrofísico de la Universidad de Kyoto, que una catástrofe natural se convirtiese en una evento de extinción masiva. ¿Os imagináis 500 Fukushima sin control al mismo tiempo? En medio de una EMP los sistemas de navegación de los aviones no funcionarían, las bombas eléctricas tampoco, la mayor parte de nuestros sistemas estarían inutilizados, en definitiva seríamos incapaces de controlar la fusión de los reactores nucleares.
El congreso de España aprobó unánimemente en 2012 y por recomendación del Observatorio del Clima Espacial, instar a la Unión Europea a crear de forma urgente un protocolo de actuación para contrarrestar los efectos de una EMP.
Pocos sabréis que Estados Unidos y Canadá han admitido que dicho riesgo es real, pues una reacción nuclear tarda del orden de 7-8 semanas en detenerse, por no decir que el suministro de agua de la vasija del reactor siempre ha de estar llena. ¿Cuál es el problema? Que actualmente las centrales solo disponen de una autonomía de poco más de una semana. ¿Empezáis a entender? En una situación como la actual, donde sabemos a ciencia cierta que una EMP-Carrington impactará sobre La Tierra urge implantar un protocolo de seguridad mundial para que los reactores sean autónomos independientemente de lo que ocurra a su alrededor, al menos el tiempo necesario hasta que éste se enfríe.
De hecho pocos sabréis que en 2013 una tormenta de nivel Carrington rozó La Tierra, solo la suerte quiso que la orientación de nuestro planeta y la del Sol no coincidiese por muy poco para un impacto pleno. Hace dos años fue un aviso serio de que la amenaza es real y no está solo en la imaginación de unos pocos exaltados. No se trata de alarmar, si no de estar preparados.
La diferencia entre implantar o no estas medidas, prepararse o no ante lo que es seguro que se producirá, es la que hay entre una Extinción Masiva, que es lo que provocaría el estallido de esos 500 reactores junto con una reacción en cadena de pánico y una catástrofe natural que, habiendo hecho "los deberes", no pasaría de una gran molestia de tan solo unas semanas o unos pocos meses.
Espero que no hagamos honor a esa genial frase de Albert Einstein: "Lo único que hay infinito en el Universo es la estupidez humana" y como diría Sheldon de la genial serie Big Bang Theory, si esta noche llega el apocalipsis... "¡suerte a todos!".