Antes de sorprenderos con los nuevos y revolucionarios descubrimientos científicos sobre la tan conocida como dieta paleolítica, y aún más si cabe, sobre la forma de vida de los llamados cazadores-recolectores, creo que es interesante que seáis conscientes de que este debate no es ni mucho menos actual, como ya dijo Salomón: “No hay nada nuevo bajo el Sol”. Estos últimos años, se ha recrudecido aún más si cabe, el debate entre vegetarianismo / veganismo y la industria cárnica ante el imparable número creciente de personas que abandonan el consumo de carne de forma total o parcial. Debate azuzado desde las más altas instancias ante el gran problema del cambio climático que se nos viene encima y del que las grandes explotaciones ganaderas son responsables en buena parte por: las emisiones de metano, porque producir 1Kg de carne consume 10 veces más agua potable que producir 1kg de proteína vegetal, por la contaminación de las aguas, mares y ríos que producen los desechos industriales de la ganadería, el terreno ocupado para pastos… Este, aunque os parezca increíble, es un debate que lleva milenios. Por ejemplo, en la propia Biblia, Dios crea un mundo vegano, si leemos en Génesis: 1.31
“Y dijo Dios:
He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer. Y a toda bestia de la tierra, y a todas las aves de los cielos, y a todo lo que se arrastra sobre la tierra, en que hay vida, toda planta verde les será para comer. Y fue así.”
Es decir, Dios especifica que el hombre debe comer plantas, semillas y frutos, no dice que los animales le han sido dados para comer. La Biblia nos muestra innumerables pasajes de esta confrontación milenaria entre vegetarianismo-consumo de carne. Uno de los más llamativos es el de Daniel y el pueblo hebreo, cuando eran siervos del rey Nabucodonosor de Babilonia, el cual decide ser vegetariano y no comer carne, el rey preocupado porque enfermasen, trata de obligarlos a ingerirla. Daniel se niega y reta al rey: Ellos durante 10 días comerán sólo legumbres y agua, los soldados del rey sólo carne, a los diez días Daniel y el resto de los hebreos estaban más que sanos en comparación con los soldados de Nabucodonosor, los cuales presentaban muy mal aspecto, según la Biblia, Nabucodonosor aceptará el veganismo de Daniel. Fuera de la Biblia, la historia nos cuenta que los gladiadores eran los superhombres del mundo romano, los deportistas por excelencia, lo que muchos desconocen es que eran vegetarianos, se alimentaban a base de pan y legumbres principalmente.
A alguien que quiera investigar un poco verá como la historia está plagada de estos ejemplos, donde el consumo excesivo de carne o la ausencia de vegetales es muy perjudicial para la salud. Podríamos hablar de los innumerables muertos por gota en la Edad Media, asociada al consumo de carne, el temido escorbuto de los primeros exploradores marítimos por no ingerir vegetales o hasta el actual y preocupante ascenso del cáncer de colon asociado al incremento desmesurado de la carne en la dieta humana. Por no hablar de que nuestro sistema digestivo es mucho más cercano a un rumiante que al de un carnívoro. Aquellos que prueban la mal llamada actualmente dieta del paleolítico: ingerir cuasi en exclusiva carne, ven como su cuerpo colapsa a la semana, yo llevo 3 años siendo primero vegetariano, luego vegano y os he de decir que mi cuerpo jamás se ha encontrado mejor: Nunca más he sentido lo que es pesadez, reflujos o acidez de estómago y os aseguro que soy de buen comer, no escatimo en cantidad y aun así he perdido y sigo perdiendo un buen número de los kilos que tenía de más.
Y he aquí el problema. ¿Cómo puede ser esto así cuando nuestros más ancestros parientes comían ingentes cantidades de carne? ¿Acaso no es cierto que los hombres del paleolítico eran fuertes y sanos? ¿Cómo puede ser la carne perjudicial si nunca hemos estado más sanos como en aquellos tiempos tan remotos? Es cierto, los restos arqueológicos nos muestran que los hombres de las cavernas eran fuertes y sanos, ¿entonces? Todos tenemos en mente como la dieta paleolítica estaba compuesta de grandes chuletones y festines carnívoros, como las famosas hamburguesas de brontosaurio de los Picapiedra, en las escuelas se nos ha insistido en como acabamos con los mamuts por su carne… Y he aquí el quid de la cuestión, esa imagen que tenemos grabada a sangre y fuego de en qué consistía la dieta paleolítica y como era la sociedad de las cavernas es otro más de los dogmas de fe de la ciencia que tiene los pies de barro, por no decir que es una teoría completamente errónea que la industria cárnica, por puro interés económico, se ha dedicado a agrandar y a difundir, tratando de ocultar lo que los restos arqueológicos demuestran: la carne no era, ni de lejos, el centro de la dieta de los hombres del paleolítico.
Sé que es difícil de creer, que rompe todos nuestros esquemas y todo lo que sabíamos o creíamos saber de cómo era la vida en aquella época, pero creedme, es un buen ejercicio de crecimiento personal el reflexionar sobre nuestras creencias y cambiar de opinión respecto a lo que consideramos verdades absolutas. Sólo los necios no cambian de forma de pensar ante las evidencias. ¿Pero cuáles son estas evidencias? El hecho de que en los “vertederos” de los asentamientos paleolíticos apenas se hayan encontrado huesos de animales y que estos últimos fueran de pequeños y no grandes mamíferos en comparación a la ingente cantidad de restos de moluscos, semillas o restos de frutas y frutos secos, debería habernos hecho plantearnos ya algunas preguntas.
Otra de las pistas de que esa idea de los hombres cazando todos los días a diestro y siniestro grandes piezas como mamuts es absurda, nos la da la propia naturaleza de la vida en el paleolítico. Hemos de imaginar bosques inmensos, llenos de frutos del bosque, nueces, bayas, setas, frutales, miel… ríos abundantes, llenos de vida, limpios de contaminación. ¿Iban a arriesgar sus vidas en algo tan peligroso y costoso en tiempo como la caza, teniendo tanta comida en abundancia a su alrededor? ¿Se arriesgarían a estar alejados de la cueva kilómetros e incluso días para cazar grandes piezas teniendo lo que necesitaban a su alrededor?
Hemos de tener en cuenta que una cueva con 50 personas, incluidos ancianos y niños, sería considerada como una Manhattan de la época y que romperse un brazo o una pierna en una cacería significaría una sentencia de muerte, por no hablar de que ir tras grandes presas era arriesgarse a tener un encontronazo con grandes felinos como los Dientes de Sable o con un oso de las cavernas, contra los que poco tendrían a hacer cinco cazadores pues pensad que incluso hoy en día, armados con escopetas, un mero jabalí, o un oso son muy peligrosos imaginad enfrentarse 5 humanos con lanzas de madera a un mamut o un tigre gigantesco. Y de nuevo, ¿por qué arriesgarse con tanta abundancia o con la posibilidad de cazar pequeños mamíferos o recolectar huevos de los nidos de las abundantes aves?
La respuesta nos la da de nuevo la arqueología: No lo hacían. De unos años hacia aquí se han empezado a analizar los excrementos humanos fosilizados que se han encontrado en las cuevas, como todos podéis comprender, son un dato más que fiable de lo que era la dieta de los humanos que fuimos y su análisis ha sido toda una sorpresa para el mundo académico: Los humanos consumían una media de 100 gramos de fibra al día en comparación a los 15g que consume el norteamericano medio. Hemos de tener en cuenta que la fibra proviene en exclusiva de los frutos y los vegetales, ni la carne de mamíferos o pescado o sus derivados, como la leche, contienen fibra. ¿Es mucha cantidad 100 gramos de fibra? Para que os hagáis una idea sería el equivalente a comer 32 plátanos, 8 tazas de cacahuetes o 28 tazas de arándanos… como podéis comprender, tras ingerir esas cantidades poco espacio queda para consumir gran cantidad de carne.
Tal y como propone Jean Marie Auel, la gran novelista del paleolítico con su saga de “El clan del oso cavernario”, es más que probable que la caza de grandes animales sólo se produjese una vez al año. Lo más plausible es, tal y como propone en sus libros, que hubiera grandes reuniones de los clanes de cuevas cercanas, probablemente en primavera, y que todos juntos, hicieran una cacería anual para proveerse de algo de carne para el invierno y compensar la escasez de alimentos y sobre todo para conseguir pieles con las que abrigarse y huesos con los que hacer los utensilios. Imaginar a 150 cazadores persiguiendo un mamut tiene más sentido, los animales peligrosos tampoco se acercarían a tal cantidad de humanos, pero pensar que en esas reuniones no habrían más de 300 personas, con uno o dos mamuts tendrían más que de sobra para pasar todo el invierno junto con los frutos secos, bayas y demás alimentos que hubiesen recolectado o incluso pan, hallado recientemente en una hoguera paleolítica mucho antes de que la agricultura existiese.
En definitiva, en la dieta del paleolítico la carne era un complemento no la base de su alimentación. El hecho de que la longevidad y fortaleza física de las sociedades este asociada a una alimentación poco carnívora como en Japón, China, Vietnam o en las generaciones de la post-guerra en España o Italia, donde la carne era un producto inalcanzable, nos demuestran que, más allá de lo necesario que es reducir el consumo de carne para el clima o el bienestar animal, es necesario para nuestra salud, reencontrarnos con nosotros mismos y volver a la dieta adecuada como humanos: una dieta donde la carne sea como mucho la excepción y no la regla.