Todos nos quedamos espantados en su día con la catástrofe que ocurrió en Chernobyl y que para mí significó el pistoletazo de salida para la caída de la Unión Soviética. La afamada mini-serie con el nombre de la nefasta central nuclear (y que os recomiendo verla si aún no la habéis visto), puso de nuevo de "moda" los dramáticos hechos vividos aquellos fatídicos días de abril de 1986. No voy a entrar en si la serie magnifica o no los errores humanos cometidos por los soviéticos antes, durante o después del accidente nuclear, pues no es el objeto de esta reflexión, como tampoco poner el foco en un país en concreto. Como ejemplo supremo de la soberbia y por ende, estupidez humana, podría haber usado el casi Chernobyl norteamericano de 1979: la fusión parcial de uno de los reactores nucleares de la central de Three Mile Island en Pennsylvania o la propia Fukushima.
Mapa de NASA que muestra los incendios en 2019. |
Tampoco pretendo en este artículo hacer un alegato contra las centrales nucleares (las cuales cerraría sin dudar), pues ejemplos de la suprema majadería humana, por desgracia los tenemos a centenares más allá de las guerras fratricidas, el último: La impasibilidad de los gobernantes y buena parte de los habitantes del planeta ante la quema de la selva amazónica o de los incendios masivos igual de graves, pero no visibilizados en los medios, de la África verde... ¿De verdad os creéis que el oxígeno que respirarais sale de la nada? ¿Que no pasa nada por arrasar decenas de miles de kilómetros cuadrados de bosques y selvas en Brasil, África o Indonesia? No, lo que pretendo demostrar con el fin de combatirla, es la mayor verdad que nos dio Albert Einstein:
"Hay dos cosas infinitas: la estupidez humana y el universo; y de lo segundo no estoy seguro".
He elegido Chernobyl porque nos confronta como nada frente a lo que la mayoría considera algo inferior y supeditado a los humanos: La Naturaleza. Más allá de los desastres a los que nos abocan los dirigentes del mundo y que dan para escribir miles de novelas de terror, somos la única especie que es capaz de poner de forma consciente su vida y su supervivencia en riesgo. Pero, ¿son los que controlan el mundo una sub-especie humana diferente que nos lleva a la autodestrucción? De nuevo Chernobyl nos pone frente al espejo. A raíz de la serie comencé a reflexionar de nuevo respecto a nuestra relación con la naturaleza y nuestra supuesta superioridad, pero lo que ha hecho que escriba sobre Chernobyl ha sido una serie de documentales y de noticias que me han dejado perplejo.
Los liquidadores de Chernobyl. |
Y sí, las estupideces que hacemos son infinitas, como lo de la gente que se mata por tratar de hacerse el selfie más arriesgado para obtener... ¡Likes en instagram! O lo del balconing... O de la forma en la que nos hemos complicado la vida y lo que se llega a hacer para tener más... ¡numeritos en una cuenta bancaria! De verdad que si los animales pudieran hablar desde luego no dirían: "¡Qué envidia de especie, que inteligentes, quiero ser como ellos!", más bien expresarían aquella mítica frase de Asterix: "Estos romanos/humanos están locos". No, los dirigentes desquiciados que tenemos no son una catástrofe ajena, son un reflejo de nuestra especie. Y sí, el ser humano es capaz de hacer cosas maravillosas, y está el arte, la música, la literatura, los pensadores, los científicos... pero incluso en ese mundo que debería ser el mejor reflejo de nosotros mismos como especie, está plagado de mezquindad, soberbia, vanidad, envidias... Y aún nos creemos superiores a los animales y a la naturaleza en general.
Bosque rojo de Chernobyl, situado en los primeros 10km alrededor de la central, donde se suponía que nada iba a crecer por miles de años. |