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martes, 16 de abril de 2019

La revolución de nuestros hábitos

Lo que me ha llevado a escribir este artículo fue una noticia publicada en El País ya hace un tiempo y que podéis leer aquí. Los que me habéis seguido conoceréis mi postura respecto al cambio climático y el uso de combustibles fósiles: la evidencia de que existe es innegable, en qué medida el ser humano lo ha provocado o es un ciclo más de la Tierra podríamos discutirlo. Creo que a nadie se le escapa que nuestra actitud hacia la Tierra como poco no ayuda en nada, más bien al contrario. Aunque aceptásemos que el cambio tiene un origen natural, desde luego, echar gasolina a un incendio ni minimiza los daños causados y mucho menos lo sofoca. Pero al margen de esto, el uso de vehículos fósiles tiene un efecto extraordinariamente negativo para el ser humano y mucho más tangible: La salud.

Todos nosotros, al volver o al ir a visitar una gran ciudad, ha visto desde la lejanía esa capa gris que cubre el cielo de las grandes urbes, esa espesa línea de polución que se extiende en el aire y que nos engloba en una cúpula grisácea, que comparada con el cielo perfectamente azul de las zonas con poco tráfico, no hace presagiar nada bueno. Creo que todos al verlo hemos pensado: Dios, ¿y yo vivo ahí dentro? Eso no debe ser bueno... Pues bien, aquello que intuíamos ahora tiene confirmación, según la OMS, la contaminación provocada por los vehículos de combustión se ha catalogado como nivel 1 respecto al riesgo de contraer cáncer. ¿Qué significa esto? Bien, el 1 es el nivel de riesgo más alto de todos, es el que se aplica a las sustancias de las que no cabe ninguna duda científica de que provocan cáncer. Y no sólo cáncer, también parece que está íntimamente relacionada con: alergias, el aumento preocupante de casos de asma y problemas respiratorios de todo tipo, de piel e incluso la posibilidad de que estén detrás de los ictus. Creo que tras esto, independientemente del calentamiento global, queda más que patente que hay que desterrar lo antes posible el modelo ya obsoleto de la movilidad fósil.

Según Kurt Straif, responsable de la clasificación de agentes cancerígenos en la IARC:


“Ahora sabemos que la contaminación no solo es un riesgo importante para la salud en general, sino también una causa ambiental de muerte por cáncer. Los efectos de la contaminación en la salud son múltiples. Los contaminantes más dañinos son las partículas en suspensión y el ozono, aunque hay otros componentes que también influyen. El efecto cancerígeno es uno de estos efectos pero hay otros: respiratorios, cardio-vasculares y cerebro-vasculares”.

El futuro es eléctrico, y la movilidad, con un 100% de certeza, será radicalmente diferente tal y como he comentado en artículos anteriores: el Loop e Hiperloop de Elon Musk, coches autómatas eléctricos, impresoras 3D, drones... el coche/camión de gasolina/gasoil tiene los días contados, pero aún nos quedan un par o dos de décadas para llegar a ese punto y entonces, ¿qué hacemos mientras tanto? ¿Envenenarnos y morir de cáncer? Creo que es evidente que nadie quiere eso para nosotros o nuestros seres queridos, debemos iniciar una transformación profunda de nuestra forma de pensar, de movernos y en general de nuestros hábitos. En mi ciudad y creo que en todas las medianas y grandes urbes del mundo, están surgiendo de forma exponencial formas de moverse alternativas: bicicletas, motos eléctricas, patinetes de todo tipo y clase, segways... y en Valencia, España, donde vivo, también va a haber coches eléctricos de alquiler. 

La aparición de todos estos nuevos vehículos va a provocar una revolución en las ciudades, pues hay que darles un canal de salida para que circulen con seguridad por nuestras calles, habrá que compartir calzada con estos vehículos lo que provocará no ciertos resquemores y recelos, pues los coches tradicionales perderán su poder absoluto sobre las calles. El espacio para los conductores se va a reducir y se provocarán incomodidades, cierto, pero simple y llanamente es necesario, nuestra salud está por encima de nuestra comodidad y tenemos que reducir la contaminación de nuestro aire por nosotros y nuestros hijos. Los humanos, en general, no aceptamos de buen grado los cambios, pero todos hemos de concienciarnos y asumir, yo el primero, que si nos es posible, el coche a motor hay que dejarlo aparcado. Aún recuerdo la enorme polvareda que levantó en España la prohibición de fumar en lugares cerrados como bares y restaurantes, ¿provocó incomodidad a los fumadores? Sin duda, pero ahora nadie se plantea volver a la situación anterior, muchos fumadores dejaron de serlo y vieron mejorada en mucho su salud, la mayoría de los que siguen fumando han tomado conciencia de que los demás no tenemos por qué respirar ese aire viciado y asumen con normalidad hacerlo en lugares abiertos donde el humo no nos afecte. Con los coches ocurrirá lo mismo, los atascos serán molestos al principio, pero muchos tomarán como opción ir andando o en bicicleta para moverse en las ciudades y su vida mejorará, pues la disminución de la contaminación y esos minutos de ejercicio mejorarán nuestra salud.

Creo que debemos ir más allá. Como personas que queremos un aire limpio, salud y una calidad de vida, debemos exigir a nuestras administraciones lo contrario de lo que algunos nos tratan de imponer: que nada se mueva, que la gasolina y la polución siga fluyendo por nuestras calles de forma desbocada. Debemos exigir que se vaya más allá, que el transporte público verde mejore ostensiblemente, tanto en cantidad, calidad y frecuencia de paso, que las calles sean de nuevo para peatones, ciclistas y se llenen de árboles para combatir el efecto nocivo del CO2. De hecho, deberíamos dirigirnos a modelos como el de Amsterdam, dónde han hecho de la necesidad virtud. La imposibilidad de circular por ella debido a la gran cantidad de canales y calles estrechas, ha hecho que su forma de moverse sea crear grandes áreas de estacionamiento en las afueras que disponen de todo tipo de transportes para continuar nuestro trayecto: Bicis, patinetes, tranvías, autobuses... Hemos de recuperar las ciudades  para las personas, reduciendo el número de coches y fomentando que la mayor parte de estos sean eléctricos con puntos de recarga verde. Cuando veamos reducir el número de familiares que enfermen de cáncer, cuando nuestros hijos no sufran de asma... no nos importará el tener que andar un par de cientos de metros para coger una bicicleta, un coche eléctrico o un autobús, ni tardar cinco o diez minutos más en llegar a destino si no nos queda otra que coger un coche de combustión. 


Este no es el único cambio que deberemos hacer en nuestras costumbres, el de la alimentación será otro y de los más importantes, he de confesaros que desde hace unos meses soy vegetariano, pero ese es un tema que merecerá otro artículo ;)