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lunes, 4 de febrero de 2019

Los Tzadikim Nistarim en el corazón del nazismo

En la tradición hebrea hay una figura que siempre me ha fascinado y que todos deberíamos conocer: Los Tzadikim Nistarim, o como se les conoce más popularmente: Los 36 justos y que en la tradición católica serían los equivalentes a los santos. Pero ¿quiénes son estos personajes? Según el Talmud, sobre la faz de la Tierra siempre hay un número no inferior a 36 hombres o mujeres justos. Los Tzadikim, los cuales no tienen por qué ser judíos, son aquellos cuya bondad es pública y notoria, como lo fueron Gandhi, Teresa de Calcuta, Abraham Lincoln, Buda o el propio Jesús, entre tantos y tantos ejemplos. Pero según la tradición judía, incluso por encima de ellos, se encontrarían los Tzadikim Nistarim, los hombres justos que no hacen gala ni de sus obras ni de su bondad, permanecen en la sombra e incluso en la mayoría de los casos, desconociendo que lo son o siendo en apariencia personas de baja moral. Pero quién mejor que el propio Talmud para definir a estos personajes, en el Sanhedrín 97b, Sucá 45b se dice:


"En todo tiempo hay siempre treinta y seis justos sobre la faz de la tierra, cuando ellos desaparezcan el mundo acabará. No se conocen entre ellos y cuando uno de los justos muere es inmediatamente sustituido por otro. Se los representa como extremadamente modestos, humildes e ignorados por el resto de las personas".

Hannah Arendt
¿Por qué esa admiración a esta figura o modelo de persona? Es evidente, la humanidad a la que debemos aspirar todos nosotros es la que representan estos hombres  y mujeres justos y creo que hoy en día es más necesario que nunca, cuando por desgracia vuelve a empezar a estar plenamente vigente todo lo que dio origen a esa obra maestra llamada: "La banalidad del mal" de Hannah Arendt. Hay que recordar a la gente de bien, que es la mayoría de nosotros, que por encima de todo: de las creencias (o no) espirituales, ideologías, banderas, razas o condición sexual, está la esencia del bien. Por eso mi admiración hacia los Tzadikim Nistarim, en especial a aquellos, que teniendo todo en contra, hicieron lo correcto. Es fácil hacer el bien rodeado de gente de bien, lo heroico es hacerlo en el corazón del mal. Tzadikim Nistarim los ha habido en muchas épocas de nuestra historia, en la antigüedad más remota, en la edad media, en las purgas de Stalin... pero en esta ocasión quiero centrarme en unos de los más heroicos: los Tzadikim Nistarim alemanes que desafiaron a uno de los mayores demonios que jamás ha existido: el nazismo.

Una de las organizaciones opositoras más conocidas fue la denominada Orquesta Roja, en la que me quiero detener un instante, pues es muy interesante cómo, aunque es cierto que sus dirigentes eran comunistas, la mayoría de sus miembros, entre los que se encontraban desde panaderos, oficiales del ejercito o incluso miembros de la nobleza, no lo eran. Ver como personas tan antagonistas en su ideología política o su clase social, pusieron por encima de todo un bien común: luchar contra lo que consideraban el mal encarnado (y no les faltaba razón) superaron sus diferencias personales y se aunaron con un solo propósito: luchar por lo que era justo y contra el mal que asolaba su país.


Pero hubieron muchas más organizaciones como la cristiana Rosa Blanca, fundada por un profesor y 5 estudiantes de la Universidad de Múnich que abogó por la resistencia pacífica, distribuyendo en la ciudad bávara y otras como Hamburgo, folletos contra el militarismo, Hitler y la guerra. Quizás penséis que estas acciones no fueron para tanto, pero tened en cuenta que a tres de los estudiantes fundadores: Christoph Probst y los hermanos Sophie y Hans Scholl los decapitaron el 22 de febrero de 1943 por repartir octavillas en la universidad. Otras fueron organizadas por la aristocracia alemana, como el Círculo de Kreisau, liderados por el conde von Moltke y que agrupó a intelectuales, juristas, profesores o destacados miembros de los círculos católicos y protestantes los cuales ayudaron a huir y a salvar de una muerte segura en los campos de exterminio, a centenares de personas. Muchos de ellos también sufrieron una muerte trágica. Y también hubieron personas, que sin tener el amparo de una organización detrás hicieron lo correcto, como el propio Oskar Schindler, inmortalizado en la obra maestra del cine que nos regaló Steven Spielberg: "La lista de Schindler", el obispo de Münster: Clemens von Galen o el matrimonio Elise y Otto Hampel que distribuyeron centenares de tarjetas contra Hitler en Berlín cuando, a pesar de ser, en un principio, admiradores del Führer, se enfrentaron a la realidad tras la muerte de su hijo en el frente y que Hollywood ha llevado al cine: "Postales contra Hitler". Y tantos y tantos hombres y mujeres anónimos que salvaron miles de vidas arriesgando la suya...
Franz Halder

Curiosamente, los hombres que tenían el poder de parar esta locura antes de que comenzase la guerra, vacilaron y no lo hicieron. Muchos conoceréis que parte de la cúpula de la Wehrmacht era contraria a Hitler, pero pocos conoceréis que ya incluso en 1936 se planificaron golpes de estado para evitar que sus locuras expansionistas acabasen en una guerra. El principal foco de conspiración estaba en la cúpula del servicio de inteligencia del ejército (Abwehr), que era profundamente anti-nazi, con el coronel Hans Oster, jefe de la Oficina de Inteligencia Militar y el jefe de la Abwehr, el Almirante Wilhelm Canaris, como sus máximos exponentes. Ellos movieron los hilos para evitar lo que consideraban iba a ser un gran desastre para Alemania y para el mundo. Reclutaron a miembros destacados del ejército en lo que se denominó el Grupo de Acción Zossen, entre cuyos miembros se encontraban personalidades tan importantes como: Hans-Bernd Gisevius, alto funcionario del Ministerio del Interior, Hjalmar Schacht, el gobernador de la Reichsbank, los generales Fritsch y Blomberg, este último comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas,  Ludwig Beck, Jefe del Estado Mayor, o el actor principal de esta tragedia: Franz Halder, Jefe del Estado Mayor del Alto Mando del Ejército. Las indecisiones de Halder junto con el mal entendido concepto del honor de muchos de los militares, así como las acciones de las SS de Himmler para descabezar el ejército con la destitución de Fritz y Blomberg, hicieron que la sublevación no se llevase a cabo. Halder, quién dispuso del poder de parar esta locura finalmente no actuó cuando el servicio de inteligencia de Canaris le instó a hacerlo antes de que fuese demasiado tarde. Pero fue su miedo a las consecuencias, pues no tenía duda alguna de que sus creencias eran las correctas, lo que le mantuvieron paralizado. De hecho, cuando su superior, también miembro de la conspiración: el general Johannes Blaskowitz (Comandante en Jefe del Ejército en Polonia), denunció a Hitler las primeras atrocidades de las SS en Polonia contra civiles y la población judía, Halder no hizo nada y no lo apoyó cuando este fue destituido por el Führer. Es inevitable comparar la actuación a la hora de la verdad de Halder, todo honor y rectitud con la de, por ejemplo, Oskar Schindler, en principio un vividor. Nos debería hacer reflexionar.
Wilhelm Canaris

Solamente el servicio de inteligencia de Canaris luchó internamente contra el régimen de terror impuesto por el cabo austriaco. Nadie es consciente de lo mucho que contribuyó Canaris a la derrota de Alemania, pues convirtió al excelente servicio secreto alemán en la punta de lanza de los aliados, delatando a los espías pro-nazis en el extranjero, desinformando a Hitler respecto a las fuerzas del enemigo para que tomase decisiones erróneas como la no invasión inmediata de Inglaterra tras la victoria en Francia, la no toma de Gibraltar,  la minusvaloración del ejército soviético para que lo atacase antes de tiempo, como así hizo, el pase de información de operaciones militares a los aliados... Canaris hizo todo esto pues era consciente de las atrocidades y del genocidio que se estaba cometiendo y no sólo no quería no participar, quería acabar con él. En días en los que se habla por parte de unos, otros y los de más allá de banderas, himnos y naciones, Canaris debería hacernos reflexionar sobre el verdadero significado de este concepto: patriotismo, ¿Era Canaris un traidor, como así fue ejecutado, por oponerse y boicotear la guerra de Hitler o un héroe? Para mí no hay duda, todo aquel que lucha por lo que es decente, por lo que intrínsecamente es el bien, aunque vaya contracorriente, es el verdadero patriota, pues ese es el que está honrando a su tierra y a sus antepasados.

En resumen, nadie nos habla de los sacrificios de estos buenos hombres. De los casi 3,5 millones de ciudadanos alemanes no judíos que pasaron por campos de concentración como Dachau por oponerse al régimen, de los 77.000 ejecutados, de los resistentes silenciosos. Creo que deberíamos poner en valor a estas personas que encarnan lo mejor del ser humano en mitad de los peores actos de los que nuestra especie es capaz de cometer. Recordemos en estos momentos en los que de nuevo se nos trata de dividir en colores y creencias, que nuestra gente, independientemente de su forma de pensar, credo, ideología o forma de vivir la vida, es la gente de buen corazón, aquella que es incapaz de hacer daño a los demás y que está dispuesta a ayudar a sus semejantes incluso en el peor de los momentos.


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