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viernes, 4 de septiembre de 2020

Ocultismo en el III Reich: Los brujos de Himmler

Cuando hablamos de la relación de los nazis y los libros, a todos nos viene a la mente la imagen de los paramilitares nazis de las SA desfilando por Núremberg, vestidos con sus camisas pardas, arrojando a la hoguera los textos considerados anti-alemanes (sobre todo aquellos de autores judíos) y que tan bien representó la saga de Indiana Jones en “La última cruzada”. Esta b
arbarie comenzó el 10 de Mayo de 1933 y se extendió durante tres días  a innumerables plazas por toda Alemania, pero, ¿despreciaron los nazis el saber acumulado en ellos? Sí y no. 

Sin duda querían controlar el pensamiento de las masas y que ciertos textos contrarios a su ideología no pudieran ser adquiridos por los ciudadanos del Reich, pero al igual que sucedió en la Edad Media, se creó una inmensa biblioteca oculta en la que se guardaban e incluso estudiaban esos textos proscritos a los que, como en “En el nombre de la rosa” de Umberto Eco, sólo unos pocos miembros de la Ahnenerbe (la Sociedad ocultista de las SS) tenían acceso. Ya en fechas tan tempranas como 1935, Himmler, el terrible líder de las SS, ordenó la recopilación de todos estos libros “indeseables” y otros de carácter ocultista o espiritual que despertaban un gran interés, creándose la gran biblioteca esotérica de las SS que se situaba  en el antiguo edificio de la Gran Logia de los Francmasones de Berlín, abolida en 1938.


Este gigantesco fondo fue gestionado por la RSHA (La oficina de seguridad del Reich a la que pertenecía la famosa Gestapo) y en concreto por el departamento conocido como Amt VII. Como todo lo concerniente a las SS tenía una doble funcionalidad: 

- El estudio esotérico y su utilidad para detectar, controlar y/o acusar como enemigos del estado a aquellas personas poseedoras de dichos libros y conocimientos. 

- Encontrar las bases y pruebas de la existencia de una religión milenaria de tradición germana de la que obtener sus secretos ocultos con los que conquistar el mundo.

En él se recopilaron textos budistas como el Kangyur y el Tengyur de la rama budista llamada Bon y que fueron traídos de la famosa expedición al Tibet en busca de una sabiduría ancestral, el origen de la raza aria y de su símbolo más preciado: La esvástica. Miles de libros pertenecientes a la masonería de toda Europa, especialmente de la Noruega, fueron recopilados en sus estanterías. Se estudiaron, aunque nos parezca inverosímil, los libros sagrados y mágicos del judaísmo, expoliados por toda Europa antes y durante la guerra, de los que llegaron a tener la increíble cifra de 300.000 volúmenes y entre los que por supuesto se encontraba la Kábala y para los que, ante lo intrincado y complicado de sus códigos, se crearon en los campos de exterminio grupos de trabajadores forzados judíos para su traducción y estudio.  
Castillo de Wewelsburg 
centro de la nueva religión nazi

Pero dentro de este inmenso archivo , el que más llama la atención de todos, o al menos para mí, es la sección específica que se dedicó a la brujería, por las connotaciones que tuvo y que nos ayuda a entender un poco mejor los objetivos finales del nazismo, los métodos y en parte la personalidad de sus dirigentes. El Hexenauftrag  fue el llamado departamento de brujas, dedicado específicamente a esta parte de la historia medieval y que creó el Hexenkarthotek (el archivo de brujas), en el que se recopilaban textos de magia, brujas y fenómenos paranormales. De nuevo, la finalidad era doble: Desprestigiar el cristianismo y buscar la existencia de secretos mágicos asociados a una religión germana ancestral.

Sabemos que Himmler y sus SS querían sustituir el cristianismo por una nueva religión pagana mezcla de mitos/leyendas nórdicas y germanas, de religiones antiguas aderezadas con tradiciones cristianas… para ello era imprescindible desprestigiar a la iglesia católica y protestante y el mejor modo de hacerlo era usar los juicios a brujas como una demostración de la barbarie de ambas. Hemos de entender que los líderes religiosos tienen una gran influencia en el pensamiento de las masas, algo que incluso lo podemos comprobar hoy en día y que era mucho más acentuado en los años 30, los nazis no estaban dispuestos a ceder ni un milímetro de influencia sobre los alemanes a nadie ajeno al partido.

Los hombres de Himmler también trataban de demostrar con estos expedientes que las brujas en verdad eran practicantes y depositarias de una religión y sabiduría ancestral germanas perseguida por el cristianismo, con ello pretendían que el ciudadano común alemán repudiase la tradición cristiana y se adhiriese a su nueva religión, lo que otorgaría a las SS el poder absoluto no solo sobre la vida civil de los ciudadanos… También en algo más importante: la espiritual, pues de ese modo se controlan todas las facetas del individuo, condicionándolo en su pensamiento. 

Se recopilaron casos en todos los países del mundo, desde los primeros vestigios de procesos en el siglo VIII hasta el siglo XVIII, incluido el de una mujer quemada en 1625 y con el apellido Hilmler y a la que se otorgó el estatus de antepasada directa del propio Himmler, el cual ya había sido convencido por Karl Maria Willigut que era la reencarnación de Enrique I de Sajonia “El pajarero”. Alguien con la personalidad tan gris y mediocre como Himmler, de clase media, enclenque por lo que fue objeto de burlas en el colegio y del que sólo se podía destacar que era un buen organizador, en definitiva un personaje anodino, no pudo resistirse a la tentación de engrandecer su ego creyendo semejantes historias sobre sus antepasados, por lo que dio todo su apoyo e ingentes recursos al proyecto. Él, junto con Eichmann, es uno de los ejemplos más claros de lo que Hannah Arendt, tan acertadamente, llamó “La banalidad del mal”. 

Todo este fondo documental, incluido el Hexenkarthotek, ante el incremento de los bombardeos aliados sobre Alemania, se trasladó de Berlín a los Sudetes, dividiéndose y repartiéndose en centenares de partes por los castillos  de la zona y de todo el sur de Polonia, con el avance soviético, toda esta ingente documentación cayó en manos de los soviéticos. Se cree que la mayoría de los archivos se transfirieron a la temida policía de la Alemania Oriental: La Stasi, pero su aún status de documentación clasificada nos impide conocer su contenido, pues la mayor parte de la documentación pertenecía a la RSHA, el servicio secreto alemán. 

Nina Kulagina
Sí que sabemos que el archivo de Brujas se trasladó a Poznan en 1945, donde permaneció olvidado hasta 1960, cuando se documenta por primera vez su existencia. No fue ya hasta 1980 cuando se microfilman y depositan esas copias en los Archivos Federales en la ciudad de Frankfurt. Todo parece indicar que ese ingente esfuerzo por recopilar la sabiduría de lo oculto y la magia de los brujos de Himmler se perdió u olvidó tras la guerra, pero uno no deja de preguntarse si toda la experimentación sobre lo paranormal y lo psíquico que realizó la Unión Soviética durante la guerra fría, como los experimentos de telequinesis con Nina Kulagina, no se fundamentaron en todas esas investigaciones esotéricas de las SS que cayeron en sus manos. Quizás nunca lleguemos a saberlo.

Como siempre, el artículo es un mero esbozo de lo que se oculta tras estos trágicos y a la vez fascinantes hechos. Si queréis profundizar más os recomiendo leer:

- Historia de la Ahnenerbe de Juan Campos Ferreira
- Los Dioses Oscuros del nazismo de José Luís Cardero

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